miércoles, 4 de mayo de 2011

Los peligros de las redes sociales.

Desde hace relativamente poco, las redes sociales se han popularizado de tal manera, que en muchos grupos de amigos, las reuniones y derivados, se hacen exclusivamente a través de ellas. No obstante, las principales razones por las que la gente se engancha a una red social son conocer gente e intercambiar fotos.
La gente se crea una cuenta y automáticamente vuelca en la red todos sus datos personales, sin leer las condiciones de uso y la política de privacidad, es decir, la letra pequeña.
Y aquí es donde está el peligro, ya que nadie nos garantiza que nuestros datos estén seguros en sus sistemas ni nadie nos garantiza que podremos eliminarlos completamente llegado el caso. El tema que preocupa es que últimamente se están usando estos medios cibernéticos para actos no santos. Hoy se hacen amenazas, se discrimina y se incita a la violencia a través de la red. Total, cualquiera puede crear un usuario falso y nunca ser descubierto.

¿Cómo obtienen nuestros datos?

Cuando aceptas el contrato de Facebook, renuncias a cualquier poder sobre tu información o contenido personal y se lo cedes a esa empresa que podrá utilizar tus datos para lo que quiera, venderlos, cederlos a otras empresas etc. Y por si no fuera poco, aun borrando la cuenta, la empresa puede conservar una copia de todos tus datos legalmente y sin que puedas hacer nada para impedirlo.
En Tuenti, deja la responsabilidad del control del contenido por completo a los usuarios, pero por otra parte, todo ese contenido no puede ser utilizado por los usuarios comercialmente para ningún fin, aunque sea obra tuya y por tanto propiedad tuya.
Este tipo de empresas (aunque en el caso de Facebook es más sangrante) recopilan información personal que:
* No sabes cómo se almacena ni quién puede tener acceso a ella en un momento dado.
* No se garantiza la privacidad de los datos que, aun marcándolos como privados, depositas en sus servidores.
* Pueden utilizar tus contenidos privados y personales para casi cualquier fin.
* Eliminar cualquier rastro en estas webs se presupone muy complicado.
Estamos llegando a un punto en el que Internet, nos ha dado una falsa imagen de privacidad por el hecho de estar sentados cómodamente en casa. Ahora mismo existe un puñado de empresas que tienen en su poder información personal de millones de personas sin las suficientes garantías de que esa información permanecerá en privado. La gente tiene que darse cuenta que Internet puede ser peligroso hasta el punto de que un cracker lo suficientemente habilidoso, puede obtener datos nuestros sin límite, y ya se sabe, que lo que entra en la red, no hay quien lo saque.
Como evitar los peligros de las redes sociales

1. En lo posible utilice herramientas como TOR para navegar en la red, ya que de esa manera nadie sabrá quien visitó que sitios y a que horas, por lo que será imposible seguirle el rastro a sus actividades en la red (Cero espionaje).
2. Para sus comunicaciones de correo electrónico trate de utilizar los servicios de programas encriptadores de información como Ciphire que lo hacen sencillo para que sólo usted y el destinatario puedan leer sus comunicaciones y nadie más.
3. Evite tener escrito en un papel a la vista de todos sus contraseñas, recuerde que sólo usted debe de manejarlas. No utilice la misma contraseña para todos los sitios y no use el nombre de su mascota o hijo, ya que son fáciles de adivinar. Genere contraseñas fuertes de por lo menos seis caracteres (aunque lo mejor son ocho) que incluyan letras (mayúsculas y minúsculas), símbolos y números.
4. Si se le olvidan constantemente sus contraseñas entonces puede utilizar los servicios de un almacén de ellas protegido como Passpack para que estén resguardadas de cualquier cosa que suceda.
5. Participe sólo en los sitios sociales adecuados, olvídese de MySpace (adolescentes y artistas) y Facebook (preparatorianos) y concéntrese en los que le sirvan a su empresa y ponga mucha atención a lo que escribe.
6. No ponga fotografías de su familia o personales en situaciones comprometedoras, pueden regresar mas tarde a asustarlo, de tal suerte que utilice espacios donde guardar sus fotografías en los que pueda elegir quienes las ven y quienes no.
7. El navegador que utilice debe ser el más seguro y eficiente de todos, olvídese de Internet Explorer y concéntrese en Opera o en otros en menor medida.
8. Por supuesto que debe de conseguir la máxima protección contra gusanos y spyware que controlan todos los movimientos que realiza y que incluso pueden apoderarse de contraseñas.
9. Siga las instrucciones precisas de su banco en materia de seguridad en Internet, Nadie mejor que ellos para guiarle.
10. No conteste correos de viudas nigerianas que le van a regalar millones de dólares, no sea infantil, en éste mundo nadie regala nada, si quiere ganar millones entonces más vale que se levante más temprano y empiece a trabajar. El sentido común es el sentido que mas debe utilizar cuando navega por Internet.
martes, 3 de mayo de 2011

Comentario:

Es un cuento con el cual nos sentimos muy identificadas con Carolina, quien desde pequeña deseaba ser diseñadora de modas, ya que cuando éramos pequeñas queríamos trabajar o estudiar algo, lo cual defendíamos con gran determinación  pero, como todas sabemos, todos los años cambiábamos de idea.
A los tres años, cuando comenzamos el jardín, queríamos ser las princesas en peligro de los cuentos que nuestras madres nos leían por la noche, que al final de la historia, eran rescatadas por el príncipe azul.
A los cuatro años, sentíamos un gran afecto por nuestra maestra, por lo que también queríamos llegar a tener el mismo trabajo que ella.
A los cinco años, nos encantaban los animales, por lo que abandonamos la idea de ser maestra jardinera y queríamos ser veterinarias y así, poder curar a todos los animalitos.
A los seis años, a todas las chicas le gustaba una banda de la época, por lo que nuestro nuevo sueño era ser cantantes o tocar algún instrumento, ya sea el piano, el violín o hasta la guitarra eléctrica.  
Entre los siete y nueve años, mirábamos junto a nuestras madres las novelas que pasan por la televisión, por lo que cambiábamos nuestro sueño de ser cantantes o de tocar algún instrumento en una banda famosa, por ser actrices y tal vez llagar a actuar con Facundo Arana o Leonardo DiCaprio en alguna película y ganar algún premio importante como un Oscar.
Cuando cumplimos diez años tomamos la decisión de hacer algo para conseguir la paz mundial, algo que un año después entendimos que sería algo muy difícil, casi imposible. Por lo que decidimos hacer algo para cuidar el medio ambiente  y así evitar el calentamiento global y la extinción de muchas especies, tanto animales como vegetales. O tal vez llegar a ser la presidenta de la Argentina.
Ahora, a los catorce años, dudamos sobre lo que queremos estudiar al salir de la escuela secundaria, ya que sabemos que dependiendo de la profesión que uno elija, se determinará la forma de vida de cada uno.  Por ahora tenemos metas relativamente posibles de cumplir, como terminar la escuela secundaria, estudiar una carrera en la universidad como abogacía, medicina, gastronomía, entre otras, y luego conseguir un trabajo estable (esperando que sea uno el cual nos guste). Mientras trabajamos, con el dinero que ganamos, tomamos la decisión de comprarnos nuestra propia casa y así poder dejar la de nuestros padres y finalmente conseguir independizarnos. Con los años, esperamos encontrar a la persona indicada para poder formar una hermosa y feliz familia.
Este cuento nos hace recordar, y nos hará recordar en un futuro, lo maravilloso que era soñar con un futuro poco posible (pero no imposible), ya que si cumpliéramos ese sueño de llegar a ser algo, nunca  hubiera sido un sueño, ya que a la palabra sueño la entendemos como algo que deseamos, pero con muy pocas probabilidades de que suceda.

Un futuro muy claro


Tenía apenas seis años cuando la conocí. Hoy pasa de los veintiocho. Tiene definida su profesión y es dueña de su estilo de vida. Sabe bien cuál es su futuro. Y es feliz, como dice ella, porque le pagan por lo que le gusta hacer.
Como dije cuando la conocí era una niña y como todas las niñas algo traviesa, juguetona, con ganas de vivir. Sus rizos rubios del pelo y las rosadas pecas que le adornaban su blanca cara, le hacían parecer más traviesa de lo que en realidad era.
Nunca olvidaré aquella primera conversación que tuve con ella y las contestaciones, con las que sabiamente respondió, a las preguntas que le había formulado, ya en aquella época sin titubeos.
Estaba de rodillas, sobre un trapo de fieltro azul, en el suelo. Estaba jugando con sus muñecas, Barbies si mal no recuerdo. Las estaba vistiendo y desvistiendo con mucha parsimonia y prestancia como si de un desfile de modelos se tratara. Luego las ponía en fila y las hacía caminar por una tablilla a modo de pasarela. Luego las volvía a desnudar y les cambiaba la ropita, combinando la falda de una con la blusa de la otra. La chaqueta de la rubia con el pantalón de la morena y así se pasaba la mayor parte del tiempo.
Quiso la casualidad que esa niña fuera la hija de una vieja amiga de la infancia. De la que el tiempo nos había hecho perder el contacto.
Ella estaba en la consulta del médico de cabecera de la familia al que tuve que acudir a recoger unas medicinas. Su madre, Mercedes, estaba ya dentro del ambulatorio cuando yo llegué. Había dejado a la niña, Carolina, a cuidado de su abuela paterna mientras ella permanecía en el interior del dispensario. No me cansaba de mirarla, pues no era normal que una niña de esa edad se mantuviera tan tranquila tanto tiempo.
Cuando me acerqué a ella y le ofrecí un chupa chups, con permiso de la persona a la que estaba a su cuidado. (Siempre llevaba, y llevo, alguno de ellos encima pues aun sigo siendo un fanático del caramelo de palito). Le pregunté por su nombre y ella mirándome fijamente me contestó – Carolina López de Manterola y Rocosa – para servirle. Y acto seguido, me regaló una de las sonrisas más dulces y ensoñadoras de las que tengo memoria en recordar.
Me volví a sentar en aquel asiento verde de plástico rígido que ocupaba la parte central de la sala de espera. Mientras pensaba en el apellido Rocosa. Pues no es un apellido común. Me vino a la mente la imagen de Mercedes, aquella niña –mujer que había conocido pero... eso es otra historia.
Seguí mirando para ella y no salía de mi asombro viendo a la niña jugar y ver como guardaba el chupa chups en una mochila roja que tenía ordenadamente a su lado y que era, a la postre lo supe, donde cargaba con todas las muñecas en sus salidas de casa.
Volví a levantarme de la silla. Me acerqué a ella y me acuclillé. Le pregunté como se llamaban las muñecas con las que estaba jugando y me dió los nombres de cada una de ellas. Andrea, Rosario, Leonor, Luisa y Carlota (nombres de sus mejores amigas del colegio, como pude saber luego) Al preguntarle, de nuevo, a que jugaba me contestó, sin aspavientos. – A los desfiles – Ellas son las modelos y yo la diseñadora. Y que vas a ser cuando seas de mayor. – Le pregunté acto seguido – A lo que ella me contestó mirándome fijamente, y muy seria. – Quiero y voy a ser mujer –.
Quedé tan desconcertado por tal contestación que solo me quedó el reflejo de mirar a su abuela, a la que se escapaba en aquel momento una leve sonrisa, en cierto modo en complicidad con la situación. No escarmenté a pesar de aquella sonrisa y con el ligero encogimiento de hombros, que su mentora me regaló.
Como no había quedaba satisfecha mi curiosidad, volví a decirle y a preguntarle de nuevo. –Si ya sé que serás una mujer. Serás una bella y muy inteligente. Pero… que querrás ser aparte de mujer – Es que no lo está viendo –Voy a ser diseñadora de modas – Me contestó poniendo los brazos en jarra y frunciendo el ceño –
Acto seguido se volteó y siguió desnudando a Andrea, Rosario, Leonor, Luisa y Carlota. Solo le faltaba el Kent para que les hiciera pareja a alguna de ellas o sería que… ¿No se habría inventado todavía ese “personaje novio” de la Barbie?
Hoy que han pasado los años me recuerdo de aquella breve primera conversación y pienso cuánta razón tenía en aquellas palabras. Si he visto a alguien que desde tan temprana edad supiera lo que quería ser de mayor esta era Carolina.
Cuando su madre, Mercedes, salió del consultorio, al verme allí y después de los saludos de rigor y el… ¡Cuánto tiempo!, ¿Dónde has estado? ¿Qué haces aquí? Quedamos para vernos otro día en compañía de nuestros respectivos cónyuges para revivir tiempos pasados. Desde ese día no he perdido contacto con Mercedes, Raúl y Carolina.
Conservo en mi poder algunos de los dibujos que Carolina hacía en casa cuando venía de visita, y fueron muchas. En todos ellos se pueden ver claramente la fuerza que tenía, y que tiene, para el diseño.
Ya antes de tomar clases de diseño textil sabía muy bien plasmar en el papel, cartón, y algunas veces en las blancas paredes de la calle, las distintas y mil variadas formas de vestir el cuerpo femenino.
Si hay algo que me enternece de esta vieja amistad son, sobre todo, dos cosas. Una es el hecho de que Carolina me llame tío y la otra es que en el escritorio de la oficina de Carolina, dentro de un cubilete de resina está el primer chupa chups que le regalé, y que sutilmente guardó, en aquel día que la conocí en el ambulatorio.



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